Tuesday, February 2, 2016

Deuda Pendiente

Todo empezó de manera casual, casi al azar.  Una noche de desvelo de esas que prendes tu tableta a ver qué pasó de nuevo en tu Facebook.   De esas veces que le escribes un “hola” a alguien simplemente para hablar cosas sin importancia.  La mayoría de la gente conectada no te contesta pues saben que es mero aburrimiento lo que te guio a hablarles.  Pero ella no.

La conocía desde hace más de quince años, era parte de mi círculo de amistades en la universidad.  Mi última conversación con ella fue una de esas de consejos repetidos de que terminara con su novio.  Nunca hubo ningún acercamiento más allá de una sincera amistad.  Ese día hablamos de lo que había pasado en nuestras vidas en esos años de no vernos.  Ese día comenzamos una rutina que se convirtió en casi sagrada. 

Todas las noches el primero en conectarse le enviaba un saludo al otro.  Era fácil contarle todo a alguien a quien seguramente no verías.  No por la distancia pues los dos seguíamos en la isla sino porque nuestras vidas llevaban caminos tan separados que jamás coincidiríamos.  No sé cómo pasó, pero el tema del sexo no tardó en llegar.  Sorprendentemente éramos muy afines en las cosas que nos movían las hormonas.   Dos exhibicionistas que disfrutaban también de mirar se confesaron para así comenzar el intercambio de imágenes de corte erótico.  Primero cosas sacadas del internet, luego cosas sacadas de la memoria de nuestros teléfonos.  Mi afición por la ropa interior encontró en ella una modelo.  Pero todo quedaba ahí, ella tenía una vida hecha y yo otra.  Sabía que estábamos cruzando tierras prohibidas y creo que nuestro sentido de culpa nos mantenía lejos de meternos en problemas.  No todos los días eran de erotismo pues compartíamos lágrimas y alegrías también.  Cada uno fue testigo de varias relaciones fallidas del otro.   En esos momentos de felicidad amorosa cogíamos vacaciones el uno del otro, pero siempre terminábamos encontrándonos.

Después de mucho tiempo decidí pedir su teléfono por primera vez con la excusa de que necesitaría unas direcciones que seguro ella me podría dar.  Casi de inmediato los mensajes de texto remplazaron las conversaciones por chat.   Ya era cosa de diario el saber de ella y de noche de escucharla gemir en nuestras ya frecuentes noches de sexo telefónico.  Sé que cruzaba líneas que no debería pues ella y yo éramos prohibidos el uno para el otro. Creo que el saber que era prohibido hacía que necesitáramos cada vez más escucharnos en las noches he intercambiar imágenes. La vida seguía su curso, pasaron años con este juego donde éramos amantes a través de la tecnología.  En todos los años nunca quisimos vernos físicamente pues nuestro trato no lo necesitaba. 

Un día estaba por su vecindario y se me ocurrió pasar a saludarla pues sabía que no estaba sola y así nada podría pasar.  Su familia completa estaba en su casa de visita ese día.  Su madre me recordó muy bien pues antes frecuentaba su casa en otro rol.  Nos sentamos en la sala a conversar junto a su mama un rato, pero como toda buena anfitriona nos dejó solos para ir a   la cocina a buscar algo para ofrecerme.  El bullicio de la familia fuera de sala hacía que nos acercáramos más para poder hablar.   Ya uno al lado del otro nos mirábamos a los ojos más de lo que conversábamos.  Le decía que no me mirara de esa manera con sus hermosos ojos verdes pues me ponía nervioso.   Realmente el ambiente entre nosotros se llenó de mucha curiosidad, pero la presencia de su mama nos mantenía a salvo.

La conversación de nuestras miradas fue interrumpida por su madre que recordó que me gustaba mucho el café.  Me ofreció y yo acepte de inmediato.  Ella me dijo que tenía que buscar harina pues no le quedaba mucha.  Salió a él colmado de la urbanización dejándonos solos dentro de la casa. Ambos sabíamos que en el momento que estuviéramos solos nuestros labios se unirían.  No había salido el carro de la casa cuando ya nos estábamos dando el primer beso tocado.  Este fue seguido por otros dos mientras sonreíamos dando aprobación.  Fui yo quien se movió a un beso más prolongado.  Nos besamos como si nos conociéramos de toda la vida en ese aspecto.  Realmente había química.  El que las mordidas en los labios de cada uno llegaran indicaba que el deseo había aflorado.  Cuando me moví a besar su cuello sentimos el carro llegar.  Nos separamos de inmediato.  Tuve que ponerme un cojín pues aún se reflejaba la excitación que aquel beso había causado en mí.  Nos veíamos como cómplices sabiendo que habíamos cruzado una puerta que no debimos cruzar.  Luego del café me fui a mi casa a esperar la llamada de esa noche.

Esa noche hablamos de la situación y estuvimos claros que no debió pasar, pero ya no era tiempo de lamentaciones.  Era claro que queríamos más pero también era claro que era algo que nunca debía saberse.  Estando las cosas claras terminamos esa noche desquitándonos como ya sabíamos hacer.

Pasaron varios días y la llame pues quería verla.  La invite a una fiesta en calidad de amiga, pero me dijo que tenía planes.  Me fui solo y la pase muy bien.  La noche fue larga y los whiskeys fueron demasiados.  Llegué ebrio a mi apartamento y dormí hasta tarde.  Cuando me despierto veo un mensaje de ella diciendo que quería verme pues se sintió mal de no haber ido conmigo a la fiesta.  Le dije que, si quería ir al cine o comer y me dijo que cualquier cosa, solo quería verme.

La busque en el otro carro que tengo para que su mama no me reconociera.  Se montó rápido y salí de allí sin saludarla.  Cuando llegué a la esquina me detuve y le di un beso como saludo.  Los deseos que nos teníamos eran tan grandes que ese beso duro minutos.  Cuando nos despegamos le dije que lo único que quería ver esa noche era su cuerpo y lo único que quería comer esa su sexo.  Sus hermosos ojos casi me gritan su aceptación.  Como no sabía mucho del área le pedí que me dirigiera al mejor motel del área.  Acaricié su cuerpo por todo el camino, casi me la comía cada vez que nos tocaba la luz roja de los semáforos. 

El motel a donde me dirigió era muy oculto pues ya había transitado esa zona y nunca supe que quedaba allí.  Era pequeño pero bonito.  De esos que verdaderamente te da confianza visitar.  Llegamos a la cabaña y salí a pagarle al chaperón que nos enviaron a cobrar.  Una vez pagamos entramos a la habitación.  Los nervios eran muchos.  Si quince años antes me hubieran dicho que estaría allí con ella no lo hubiera creído.  Mi código lo terminaría de romper esa noche. 

Nos besamos de pie por largo rato.  Por primera vez agarre sus grandes nalgas.   Ella comenzó a desabotonar mi camisa mientras yo le soltaba el pelo.  Ella me quito la camisa y comenzó a besar mi pecho mientras yo le quitaba su blusa.  Los deseos hacían que nuestras bocas no se soltaran.   Le quite su pantalón y quede pasmado con lo lindo que le quedaba su tanga negra.  Sus hermosas y grandes nalgas hacían ver pequeña aquella pieza de ropa.  Quité su sostén y pude admirar en persona su brillante tatuaje hacer contraste con su blanca espalda.  Me retire un momento a admirarla.  Había visto su cuerpo desnudo mil y una vez, pero el poder tocarlo y percibir su rico aroma era otra experiencia.   La termine de desnudar entre besos.  Ella hizo lo mismo conmigo aun de pie ambos. 

Pasamos a la cama y entre besos nos recostamos.  Ya su cuello era mío y lo besaba y mordía como quería.  La vire boca abajo y bese toda su espalda. Bese su tatuaje y termine besando y acariciando sus nalgas con tantas ganas que parecía que le hacía reverencias.  Ella se volteó dejándome a la vista su voluptuosa parte frontal.  Su cuerpo blanco como el papel alternaba con otros dos pequeños tatuajes.  Sus manos cubrían sus senos como ocultándolos.  Recordé que su mayor complejo era precisamente lo que la maternidad les había hecho a sus senos.  Para mi eran bellos y recostándome sobre ella se lo hice saber.  Los bese y chupe sus pezones hasta dejarlos duros.  Sus gemidos eran música para mis oídos.  Seguí besándola, pero esta vez mis dedos estaban sobre si clítoris.  Usando mis dedos del centro puse presión, mientras los movía en círculo.  Gemía duro en mi oído y esto hacía que yo lo hiciera más intenso.  No tardo mucho más cuando tuvo su primer orgasmo.  En su orgasmo apretó mi cuello tan fuerte que me dejo sin aire por par de segundos. 

Use los dedos del centro para introducirlos en forma de arco. Con mi pulgar rosaba su clítoris mientras con los dedos frotaba su Punto G.  Sus gemidos eran con voz ronca y continua.  Tuvo su segundo orgasmo, pero esta vez fue agresivo. Su cuerpo comenzó a temblar y sus bellos ojos se inclinaron.  Tenía una especie de convulsión deliciosa.  Quedo sin fuerza y me pidió un momento para reponerse.  Yo estaba encantado con mi vista.  Nunca había visto una reacción tan fuerte a mis acciones. 

Ya no quería esperar más para tener su sexo en mi boca. Una vez vi que su respiración se normalizó comencé a besar su abdomen mientras seguía mi camino a la gloria. Baje por su pelvis con mi lengua humedeciendo todo a su paso. Ella ya me esperaba con sus piernas separadas así que sin tardar fui directo a disfrutarla.  Sus labios ya enrojecidos fueron abiertos por mis dedos para darle paso a mi lengua.  Estaba muy húmeda y caliente y comenzó a gemir al contacto. Comencé con mi lengua en movimientos rectos y fuertes sobre toda su vulva.  Agarré sus nalgas para asegurarme que sus movimientos pélvicos no me sacaran de mi faena.  Se movía tanto que sentí por un momento que estaba en un rodeo.  Sus gritos de placer se escuchaban fuertes y de seguro la gente de cuartos aledaños sabía de su disfrute.  Disfrute dos orgasmos casi corridos esparcirse en mi boca.  Estaba exhausta y yo ya necesitaba un descanso.  

Me tire hacia atrás y ella recostó su cabeza a mi pecho.  Estaba callada pero sonriente. Su cara demostraba agrado y la mía emoción.  Realmente me sentía como el rey del sexo.  Casi me quede dormido cuando siento que su mano sostenía mi pene y su boca me besaba.  Me miraba con ojos de revancha.  Este era su turno de hacer todas las cosas que aquellas noches me prometía.  Mojó sus manos con un poco de saliva y comenzó a masturbarme.  Me decía cosas al oído que me encendían más.  Ya mi miembro estaba en su mayor extensión. 

Bajo y sin esperar lo introdujo a su boca.  Entre mamada y mamada me decía con voz lujuriosa que quería que terminara en su boca como tantas veces le dije haría en nuestras noches de sexo telefónico.  No aguantaba las ganas de penetrarla así que me trepe sobre ella. Subí sus piernas casi hasta su pecho y comencé a embestirla con fuerza.  Entre besos y los incesantes movimientos de ambos tuvo su quinto y sexto orgasmo uno tras el otro.  Quiso que cambiáramos de posición y le pedí que se montara sobre mí.  Poniendo sus manos en mi pecho bajo con cuidado y mi pene entro como pieza de rompecabezas.  Ella respiro profundo y se quedó un rato como en trance.  Me comenzó a galopar y poco después llego el séptimo orgasmo de la noche.   Viendo que mi respiración era cada vez más agitada se retiró de su galopaje y fue directo donde mí ya hinchado pene.

Lo agarro con fuerza y comenzó a chupármelo con maestría. Sus labios estaban tan apretados que me dejaba sin respiración con cada chupada que me daba.  Gemí de placer mientras le gritaba que no parara.  La agarré fuerte por su pelo y dirigí sus movimientos al ritmo que quise.  Su regalo estaba a punto de llegar y ella lo sabía.  Agarro mi poste con las dos manos mientras clavaba su mirada en mis ojos.  Ya no podía aguantar y le grite que me vendría.  Apuró su ritmo aún más a la vez que mi caliente esperma se esparcía por su caliente y talentosa boca.  Mi espalda se arqueo y un grito de alivio se me escapo del pecho.  Ella no paro hasta hacer desaparecer toda la evidencia de aquel gran orgasmo. 
Caí rendido mientras ella aun saboreaba mí ya no tan duro pene.  Nunca dejo de mirarme.  Ella toda despeinada veía como me empezaba una inexplicable risa.  Se recostó de mi abdomen y dormimos unas horas.  Al despertar de la siesta la tenía a mi lado.  La bese fuertemente.  A veces la ficción supera la realidad, pero jamás pensé que esperar tanto por tenerla me iba a dejar en la mente una de las noches más inolvidables de mi vida.  

Han pasado varios años y aún seguimos siendo amigos.  Mi colección de fotos ha crecido desde entonces y mis travesuras con ella han evolucionado.  Sigue siendo prohibida, pero qué más da, así es más excitante.



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