Todo
empezó de manera casual, casi al azar. Una noche de desvelo de esas que
prendes tu tableta a ver qué pasó de nuevo en tu Facebook. De esas
veces que le escribes un “hola” a alguien simplemente para hablar cosas sin
importancia. La mayoría de la gente conectada no te contesta pues saben
que es mero aburrimiento lo que te guio a hablarles. Pero ella no.
La
conocía desde hace más de quince años, era parte de mi círculo de amistades en
la universidad. Mi última conversación con ella fue una de esas de
consejos repetidos de que terminara con su novio. Nunca hubo ningún
acercamiento más allá de una sincera amistad. Ese día hablamos de lo que
había pasado en nuestras vidas en esos años de no vernos. Ese día
comenzamos una rutina que se convirtió en casi sagrada.
Todas
las noches el primero en conectarse le enviaba un saludo al otro. Era
fácil contarle todo a alguien a quien seguramente no verías. No por la
distancia pues los dos seguíamos en la isla sino porque nuestras vidas llevaban
caminos tan separados que jamás coincidiríamos. No
sé cómo pasó, pero el tema del sexo no tardó en llegar. Sorprendentemente
éramos muy afines en las cosas que nos movían las hormonas. Dos exhibicionistas
que disfrutaban también de mirar se confesaron para así comenzar el intercambio
de imágenes de corte erótico. Primero cosas sacadas del internet, luego
cosas sacadas de la memoria de nuestros teléfonos. Mi afición por la ropa
interior encontró en ella una modelo. Pero todo quedaba ahí, ella tenía
una vida hecha y yo otra. Sabía que estábamos cruzando tierras prohibidas
y creo que nuestro sentido de culpa nos mantenía lejos de meternos en
problemas. No todos los días eran de erotismo pues compartíamos lágrimas
y alegrías también. Cada uno fue testigo de varias relaciones fallidas
del otro. En esos momentos de felicidad amorosa cogíamos vacaciones
el uno del otro, pero siempre terminábamos encontrándonos.
Después
de mucho tiempo decidí pedir su teléfono por primera vez con la excusa de que
necesitaría unas direcciones que seguro ella me podría dar. Casi de
inmediato los mensajes de texto remplazaron las conversaciones por
chat. Ya era cosa de diario el saber de ella y de noche de
escucharla gemir en nuestras ya frecuentes noches de sexo telefónico. Sé
que cruzaba líneas que no debería pues ella y yo éramos prohibidos el uno para
el otro. Creo que el saber que era prohibido hacía que necesitáramos cada vez
más escucharnos en las noches he intercambiar imágenes. La vida seguía su
curso, pasaron años con este juego donde éramos amantes a través de la
tecnología. En todos los años nunca quisimos vernos físicamente pues
nuestro trato no lo necesitaba.
Un
día estaba por su vecindario y se me ocurrió pasar a saludarla pues sabía que
no estaba sola y así nada podría pasar. Su familia completa estaba en su
casa de visita ese día. Su madre me recordó muy bien pues antes
frecuentaba su casa en otro rol. Nos sentamos en la sala a conversar
junto a su mama un rato, pero como toda buena anfitriona nos dejó solos para ir
a la cocina a buscar algo para ofrecerme. El bullicio de la
familia fuera de sala hacía que nos acercáramos más para poder
hablar. Ya uno al lado del otro nos mirábamos a los ojos más de lo
que conversábamos. Le decía que no me mirara de esa manera con sus
hermosos ojos verdes pues me ponía nervioso. Realmente el ambiente
entre nosotros se llenó de mucha curiosidad, pero la presencia de su mama nos
mantenía a salvo.
La
conversación de nuestras miradas fue interrumpida por su madre que recordó que
me gustaba mucho el café. Me ofreció y yo acepte de inmediato. Ella
me dijo que tenía que buscar harina pues no le quedaba mucha. Salió a él
colmado de la urbanización dejándonos solos dentro de la casa. Ambos sabíamos
que en el momento que estuviéramos solos nuestros labios se unirían. No
había salido el carro de la casa cuando ya nos estábamos dando el primer beso
tocado. Este fue seguido por otros dos mientras sonreíamos dando
aprobación. Fui yo quien se movió a un beso más prolongado. Nos besamos
como si nos conociéramos de toda la vida en ese aspecto. Realmente había
química. El que las mordidas en los labios de cada uno llegaran indicaba
que el deseo había aflorado. Cuando me moví a besar su cuello sentimos el
carro llegar. Nos separamos de inmediato. Tuve que ponerme un cojín
pues aún se reflejaba la excitación que aquel beso había causado en mí.
Nos veíamos como cómplices sabiendo que habíamos cruzado una puerta que no
debimos cruzar. Luego del café me fui a mi casa a esperar la llamada de
esa noche.
Esa
noche hablamos de la situación y estuvimos claros que no debió pasar, pero ya
no era tiempo de lamentaciones. Era claro que queríamos más pero también
era claro que era algo que nunca debía saberse. Estando las cosas claras
terminamos esa noche desquitándonos como ya sabíamos hacer.
Pasaron
varios días y la llame pues quería verla. La invite a una fiesta en
calidad de amiga, pero me dijo que tenía planes. Me fui solo y la pase
muy bien. La noche fue larga y los whiskeys fueron demasiados. Llegué
ebrio a mi apartamento y dormí hasta tarde. Cuando me despierto veo un
mensaje de ella diciendo que quería verme pues se sintió mal de no haber ido
conmigo a la fiesta. Le dije que, si quería ir al cine o comer y me dijo
que cualquier cosa, solo quería verme.
La
busque en el otro carro que tengo para que su mama no me reconociera. Se
montó rápido y salí de allí sin saludarla. Cuando llegué a la esquina me
detuve y le di un beso como saludo. Los deseos que nos teníamos eran tan
grandes que ese beso duro minutos. Cuando nos despegamos le dije que lo
único que quería ver esa noche era su cuerpo y lo único que quería comer esa su
sexo. Sus hermosos ojos casi me gritan su aceptación. Como no sabía
mucho del área le pedí que me dirigiera al mejor motel del área. Acaricié
su cuerpo por todo el camino, casi me la comía cada vez que nos tocaba la luz
roja de los semáforos.
El
motel a donde me dirigió era muy oculto pues ya había transitado esa zona y
nunca supe que quedaba allí. Era pequeño pero bonito. De esos que
verdaderamente te da confianza visitar. Llegamos a la cabaña y salí a
pagarle al chaperón que nos enviaron a cobrar. Una vez pagamos entramos a
la habitación. Los nervios eran muchos. Si quince años antes me
hubieran dicho que estaría allí con ella no lo hubiera creído. Mi código
lo terminaría de romper esa noche.
Nos
besamos de pie por largo rato. Por primera vez agarre sus grandes
nalgas. Ella comenzó a desabotonar mi camisa mientras yo le soltaba
el pelo. Ella me quito la camisa y comenzó a besar mi pecho mientras yo
le quitaba su blusa. Los deseos hacían que nuestras bocas no se
soltaran. Le quite su pantalón y quede pasmado con lo lindo que le
quedaba su tanga negra. Sus hermosas y grandes nalgas hacían ver pequeña
aquella pieza de ropa. Quité su sostén y pude admirar en persona su
brillante tatuaje hacer contraste con su blanca espalda. Me retire un
momento a admirarla. Había visto su cuerpo desnudo mil y una vez, pero el
poder tocarlo y percibir su rico aroma era otra experiencia. La
termine de desnudar entre besos. Ella hizo lo mismo conmigo aun de pie
ambos.
Pasamos
a la cama y entre besos nos recostamos. Ya su cuello era mío y lo besaba
y mordía como quería. La vire boca abajo y bese toda su espalda. Bese su
tatuaje y termine besando y acariciando sus nalgas con tantas ganas que parecía
que le hacía reverencias. Ella se volteó dejándome a la vista su
voluptuosa parte frontal. Su cuerpo blanco como el papel alternaba con
otros dos pequeños tatuajes. Sus manos cubrían sus senos como
ocultándolos. Recordé que su mayor complejo era precisamente lo que la
maternidad les había hecho a sus senos. Para mi eran bellos y
recostándome sobre ella se lo hice saber. Los bese y chupe sus pezones
hasta dejarlos duros. Sus gemidos eran música para mis oídos. Seguí
besándola, pero esta vez mis dedos estaban sobre si clítoris. Usando mis
dedos del centro puse presión, mientras los movía en círculo. Gemía duro
en mi oído y esto hacía que yo lo hiciera más intenso. No tardo mucho más
cuando tuvo su primer orgasmo. En su orgasmo apretó mi cuello tan fuerte
que me dejo sin aire por par de segundos.
Use
los dedos del centro para introducirlos en forma de arco. Con mi pulgar rosaba
su clítoris mientras con los dedos frotaba su Punto G. Sus gemidos eran
con voz ronca y continua. Tuvo su segundo orgasmo, pero esta vez fue
agresivo. Su cuerpo comenzó a temblar y sus bellos ojos se inclinaron.
Tenía una especie de convulsión deliciosa. Quedo sin fuerza y me pidió un
momento para reponerse. Yo estaba encantado con mi vista. Nunca
había visto una reacción tan fuerte a mis acciones.
Ya
no quería esperar más para tener su sexo en mi boca. Una vez vi que su
respiración se normalizó comencé a besar su abdomen mientras seguía mi camino a
la gloria. Baje por su pelvis con mi lengua humedeciendo todo a su paso. Ella
ya me esperaba con sus piernas separadas así que sin tardar fui directo a
disfrutarla. Sus labios ya enrojecidos fueron abiertos por mis dedos para
darle paso a mi lengua. Estaba muy húmeda y caliente y comenzó a gemir al
contacto. Comencé con mi lengua en movimientos rectos y fuertes sobre toda su
vulva. Agarré sus nalgas para asegurarme que sus movimientos pélvicos no
me sacaran de mi faena. Se movía tanto que sentí por un momento que
estaba en un rodeo. Sus gritos de placer se escuchaban fuertes y de
seguro la gente de cuartos aledaños sabía de su disfrute. Disfrute dos
orgasmos casi corridos esparcirse en mi boca. Estaba exhausta y yo ya
necesitaba un descanso.
Me
tire hacia atrás y ella recostó su cabeza a mi pecho. Estaba callada pero
sonriente. Su cara demostraba agrado y la mía emoción. Realmente me
sentía como el rey del sexo. Casi me quede dormido cuando siento que su
mano sostenía mi pene y su boca me besaba. Me miraba con ojos de
revancha. Este era su turno de hacer todas las cosas que aquellas noches
me prometía. Mojó sus manos con un poco de saliva y comenzó a
masturbarme. Me decía cosas al oído que me encendían más. Ya mi
miembro estaba en su mayor extensión.
Bajo
y sin esperar lo introdujo a su boca. Entre mamada y mamada me decía con
voz lujuriosa que quería que terminara en su boca como tantas veces le dije
haría en nuestras noches de sexo telefónico. No aguantaba las ganas de
penetrarla así que me trepe sobre ella. Subí sus piernas casi hasta su pecho y
comencé a embestirla con fuerza. Entre besos y los incesantes movimientos
de ambos tuvo su quinto y sexto orgasmo uno tras el otro. Quiso que
cambiáramos de posición y le pedí que se montara sobre mí. Poniendo sus
manos en mi pecho bajo con cuidado y mi pene entro como pieza de
rompecabezas. Ella respiro profundo y se quedó un rato como en
trance. Me comenzó a galopar y poco después llego el séptimo orgasmo de
la noche. Viendo que mi respiración era cada vez más agitada se
retiró de su galopaje y fue directo donde mí ya hinchado pene.
Lo
agarro con fuerza y comenzó a chupármelo con maestría. Sus labios estaban tan
apretados que me dejaba sin respiración con cada chupada que me daba.
Gemí de placer mientras le gritaba que no parara. La agarré fuerte
por su pelo y dirigí sus movimientos al ritmo que quise. Su regalo estaba
a punto de llegar y ella lo sabía. Agarro mi poste con las dos manos
mientras clavaba su mirada en mis ojos. Ya no podía aguantar y le grite
que me vendría. Apuró su ritmo aún más a la vez que mi caliente esperma
se esparcía por su caliente y talentosa boca. Mi espalda se arqueo y un
grito de alivio se me escapo del pecho. Ella no paro hasta hacer
desaparecer toda la evidencia de aquel gran orgasmo.
Caí
rendido mientras ella aun saboreaba mí ya no tan duro pene. Nunca dejo de
mirarme. Ella toda despeinada veía como me empezaba una inexplicable
risa. Se recostó de mi abdomen y dormimos unas horas. Al despertar
de la siesta la tenía a mi lado. La bese fuertemente. A veces la
ficción supera la realidad, pero jamás pensé que esperar tanto por tenerla me
iba a dejar en la mente una de las noches más inolvidables de mi vida.
Han
pasado varios años y aún seguimos siendo amigos. Mi colección de fotos ha
crecido desde entonces y mis travesuras con ella han evolucionado. Sigue
siendo prohibida, pero qué más da, así es más excitante.